Revelaciones históricas sobre la evangelización en Santo Domingo

Por Enrique Aquino Acosta

El pasado 5 de enero, del año en curso, los medios de comunicación informaron que los católicos conmemoraban el 525 aniversario de la primera misa que se ofició en el continente americano. La ceremonia religiosa tuvo lugar en la ciudad La Isabela, en Puerto Plata. Allí asistieron el presidente de la República y un representante del Papa.

Posiblemente, los promotores y organizadores de la ceremonia religiosa pretendieron que los asistentes creyeran que aquella misa representó el inicio de la evangelización en Santo Domingo, aunque la realidad es otra, como se demostrará más adelante.

La  evangelización es, ante todo, una tarea espiritual, que se realiza para divulgar las buenas nuevas de salvación.  Quienes participan en ella necesitan recibir la gracia de Dios y la llenura de su Santo Espíritu para proclamar su Palabra, testificar de su poder y llevar el mensaje del evangelio por toda la tierra (Hechos 1:8)

El comportamiento que tuvieron los conquistadores europeos con nuestros indígenas demuestra que ellos no tuvieron esas características espirituales. Incluso, permite entender por qué no asumieron actitudes de amor, tolerancia, justicia y compasión.

Un espíritu materialista fue lo que movió a los conquistadores europeos a venir a esta tierra y  tan pronto llegaron, lo manifestaron con la espada en la mano derecha, una cruz en la mano izquierda y  su  actitud de codicia, malicia, abuso, atropello, arbitrariedad y robo  contra los indígenas. Estos rasgos negativos los descalifican para ser llamados pioneros de la evangelización en Santo Domingo.

Fueron actitudes totalmente contrarias al pensamiento y la acción de Jesús, a los propósitos de la evangelización y a las necesidades de los indígenas.

La historia bíblica de la redención enseña a cuáles personas ha encomendado Dios la tarea de evangelizar. Para llevar a cabo esta  misión Dios escoge a personas que han sido redimidas del pecado y están llenas de su Santo Espíritu y les exige ser de buen testimonio, vivir en santidad y hacer su voluntad. Solo a ellas llama, prepara y envía a evangelizar por todo el mundo.

Respecto a la verdad histórica que se esconde detrás de la evangelización de los españoles en Santo Domingo, es necesario  referir uno de los hechos bochornosos que registra la historia dominicana. Me refiero a la devastación o despoblación que se produjo en la isla de Santo Domingo durante los años 1605 y 1606. Este hecho requiere análisis para sacar a la luz algunas verdades que se  mantienen ocultas.

El monarca Felipe III, mediante Cédula Real emitida en el año 1603, dispuso la despoblación de las bandas Norte y Oeste de la isla de Santo Domingo, según se ilustra en el mapa que aparece más abajo.

La medida obedeció a los temores económicos, políticos y religiosos que tenía la Corona Española sobre la colonia quisqueyana y fue ejecutada por el gobernador de la isla, Antonio Osorio, en 1605.

La Corona quería mantener monopolio comercial exclusivo dentro de la colonia y para lograrlo prohibió el comercio contrabandista de cuero de ganado y de otros productos que hacían los países enemigos, a lo que se sumó la posibilidad de secesión, o sea, que una parte de la población se constituyera en estado independiente o se uniera a otra nación. También le preocupaba la oposición de los esclavos a su monopolio comercial.

Además de los problemas económicos y políticos, a la Corona le preocupaba  el problema  religioso: prohibió la introducción y distribución de “biblias protestantes” dentro de la isla.

Para resolver este y  los demás problemas  la Corona tomó  la drástica medida de ordenar la despoblación de las ciudades norteñas de Montecristi y Puerto Plata y  Bayajá y Yaguana, al Suroeste de la isla, trasladando a sus habitantes y pertenencias a la región Este.

Allí  se   fundaron dos nuevas ciudades, Monte Plata y Bayaguana, lo que  produjo un fenómeno lingüístico poco estudiado, como es el uso de la “i”  cibaeña en esa parte de la geografía nacional.

Como era de esperarse, la despoblación de la isla creó graves problemas a nivel económico, social, político y espiritual. Por un lado, fueron afectadas la industria azucarera y la ganadería, desaparecieron los ingenios azucareros y aumentó la pobreza.

También se redujo la población y se debilitó la  seguridad nacional, debido al establecimiento de extranjeros en las zonas despobladas, la piratería y  la migración masiva  hacia otras colonias americanas.

Posteriormente, la despoblación de la isla dio lugar a dos colonias independientes, una perteneciente a España y otra a Francia y luego, al nacimiento de dos naciones independientes:  la República Dominicana y Haití.

Es necesario destacar el impacto negativo que tuvieron las devastaciones en lo espiritual. La prohibición a la introducción y distribución de biblias en la isla impidió la difusión del mensaje del evangelio y creó prejuicios contra el evangelio y la comunidad evangélica que se mantienen hasta hoy.

Por esa razón, este hecho histórico desmiente categóricamente la supuesta misión evangelizadora de los conquistadores y colonizadores europeos en la isla de Santo Domingo y la idea de que siempre hemos sido un pueblo cristiano.  Este hecho lo han encubierto el clero católico, los historiadores y los medios de comunicación.

Por eso, los medios de comunicación están llamados a no limitarse a los despliegues publicitarios que acostumbran hacer sobre las fiestas que la religión oficial dedica a los ídolos y a otros eventos. Para ampliar su cobertura informativa deben, además, reseñar y comentar casos como la orden que dio el monarca Felipe III en 1603, dirigida a despoblar la isla de Santo Domingo para, entre otros propósitos, impedir la difusión del mensaje del evangelio.

En conclusión, la evangelización en la isla de Santo Domingo no la iniciaron los conquistadores europeos. Tampoco es la obra del sistema religioso oficial ni de ninguna de las sectas que distribuyen propaganda religiosa por las calles y en las puertas de los hogares. Unos y otros confunden a las personas con “doctrinas de error”.  Esta es otra de las verdades que es necesario revelar.

La evangelización en Santo Domingo ha sido y  sigue siendo la obra que Dios realiza a través de las legiones misioneras llegadas de  Norteamérica y de otras naciones a nuestro país,  entre las que se citan las de los menonitas, pentecostales, bautistas, adventistas, metodistas y presbiterianos, entre otras.

Dios no ha usado a estos misioneros para promover y establecer un sistema religioso, sino, para cambiar la manera de pensar, ser y actuar a millones de personas, mediante el poder regenerador del evangelio.

En la lista de misionera se excluyen a los supuestos evangelizadores europeos que vinieron con Cristóbal Colón a Santo Domingo y los nombres de las sectas que existen en nuestro país que enseñan doctrinas sumamente cuestionables.

También hay que señalar que la primera misa que se ofició en la ciudad La Isabela, en Puerto Plata no tuvo nada que ver con la evangelización en Santo Domingo. Solo representó el establecimiento e imposición de un sistema económico, político y religioso contrario al pensamiento y la acción de Jesús y a las necesidades e intereses de la raza aborigen.

No quiero terminar este artículo, sin expresar que estas revelaciones responden a una de las enseñanzas de Jesús: no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido, que no haya de salir a la luz. (Marcos 4:22)

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