SANTO DOMINGO, República Dominicana: – Jairo González, el nuevo protagonista de una presunta megaestafa en el negocio de las criptomonedas, ha confesado que les debe a numerosos clientes porque desde junio pasado ha venido arrastrando múltiples problemas con su empresa Harvest Trading Cap, los cuales le han impedido saldar esas deudas millonarias.
Pero también ha afirmado que tiene los fondos para pagar y que si no lo ha hecho es por las trabas financieras que lo agobian: sus cuentas bancarias están bloqueadas, se cambiaron las plataformas y métodos de pago, la ruina de muchos brokers, y se ha derrumbado la rentabilidad del negocio. (Es como si dijera: Quiero pagar, tengo para pagar, pero no puedo pagar.)
Su confesión llegó en un intenso telediálogo con Marciano, difundido por YouTube, donde dibujó su versión de lo que está pasando y donde se defendió de toda acusación. Son más de 50 las personas que se querellaron contra él. Tenía una cartera de mil clientes.
Atacado por esas acusaciones, González reconoció las deudas, no especificó la grosera cantidad adeudada en dólares; pero con la propia fuerza aseguró que él mismo creó un ecosistema financiero y se inventó un token para pagarles a sus clientes.
No tuvo éxito con su invento: quería que el token fuera debidamente certificado y autorizado para poder circular en el mercado, pero en eso le retuvieron las cuentas, se vació la liquidez y el proyecto se le fue a pique. Los clientes no aceptaron que les pagaran con token, y él mismo, para evitar escándalos mayores, desistió de lanzar la moneda y empezó a pagar en USDT.
Él piensa que, al no poder lanzar el token, “yo hice lo correcto, cuidar a mis clientes, y prefería esperar, capitalizar un poquito mejor, devolverle los fondos a la gente y cerrar ahí”.
La bancarrota
La ruina fue tan grande, y la presión tan catastrófica, que tuvo él que extender los contratos de compromiso de pago con sus clientes, dándose así un plazo de 180 días más prorrogable. Como no pudo pagar a tiempo, necesitó un gran chance para ver si puede saldar las deudas. Los clientes están abatidos y desesperados.
Para su alivio, empero, Jairo promete que pagará los millonarios compromisos, esos que, según él, están debidamente declarados en Impuestos Internos. Porque si algo deja claro es que lleva años en el negocio, siendo un trader confiable y con un historial limpio y envidiable. Además, desde el primer momento les ha explicado todo a sus clientes.
“La gente que tú ves haciendo bulla son muy mínimas en comparación a la cartera de mis clientes, que ha entendido el proceso”. Después de estas palabras llega el gran anuncio: “Se les va a pagar porque los fondos están, prontamente escucharán noticias en los próximos días”.
La quiebra de Harvest vino de la mano de la ruina de cientos de brokers internacionales: como estos se arruinaron, la empresa también se arruinó, dejando “enganchados” a una legión de clientes. Hasta el sólido Market Maker se fue a la ruina.
A cuentagotas
Va pagando a cuentagotas: aunque el primer resbalón lo sufrió en junio, todavía en noviembre y diciembre se hicieron negociaciones y transacciones de pago.
Jairo no ofrece cifra alguna, por tratarse de una información ultraconfidencial. Así pues, no se sabe el volumen de lo adeudado. Solo se sabe que no puede revelar las entrañas de su multimillonario negocio. Sin embargo, se puede construir un tímido y somero estimado al respecto.
El cálculo es sencillo: Si tenía mil clientes, y si el monto mínimo de inversión era de 5 mil dólares, la cifra mínima posible ascendería a la escalofriante suma de 5 millones de dólares. Si algunos clientes jugaron más de 5 mil dólares, invirtiendo el doble o más de lo mínimo, entonces la cifra crecería como espuma, hasta remontarse al doble o triple de esa escalofriante cantidad. ¿Serían 10, 15 millones de dólares?
A cada cliente se le prometía un beneficio de un 5 %, un 8 % y hasta de un 12 % mensual. Para Jairo, esos elevados beneficios no eran ningún escollo: esa rentabilidad podía hacerla en cuestión de minutos u horas.
Lo único cierto que todas las deudas son en dólares. El emprendedor solo juega con los ‘verdecitos’ de Estados Unidos, convertido en más fuerte que Mantequilla.
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