Un PLD que está olvidando sus raíces por la ambición del Poder

El Partido de la Liberación Dominicana (PLD), creado bajo la convicción estricta del respeto a las libertades públicas y el firme cumplimiento del más ferviente apego al respeto institucional y democrático, en los actuales momentos atraviesa por una crisis de valores y principios que desdice de su origen y raíces.

El flaco ejercicio apegado a desconocer aspectos fundamentales necesarios para el fortalecimiento de la democracia y el respeto a la institucionalidad, laceran el orgullo de lo que en el pasado reciente se constituyó como el eje principal partidario en Latinoamérica, debido a la práctica constante en sus actuaciones del ideario de uno de los hombres más grande parido en el siglo XX, el profesor Juan Bosch.

Antes era un orgullo el que utilicen tu afiliación partidaria para señalarte en cualquier escenario como peledeísta, pero hoy, hasta resulta cuestionado por la actitud que asumen algunas figuras encumbradas en la cima, en donde todo le es ajeno, debido al divorciado comportamiento con los segmentos más recóndito de nuestra sociedad y nuestras gentes.

Se ha perdido considerablemente el amor y respeto a nuestras gentes, ya se ha perdido la solidaridad expresada en los momentos más difíciles de nuestras vidas.

Antes, cada vez que se enfermaba un peledeísta o moría, su casa parecía grandes mítines, pero hoy, ya toda esa tradición sacerdotal ha desaparecido.

El afán por estar bien se ha encargado de olvidar el polvo de donde vienen las principales figuras políticas del PLD.

Es verdad que el PLD es el precursor del desarrollo social político infraestructural y educativo de la República Dominicana, sin embargo, si hubiera más unión y más acercamiento a la clase, las cosas marcharán mejor.

Es tiempo de que se respete nuestra Constitución y nuestras leyes.

Es tiempo de que nos avoquemos a respetar el ordenamiento partidario plasmado en los estatutos del partido gobernante y que no sean los que más se han preocupado por afianzar una verdadera democracia quienes la conviertan en efímera.

Cada uno es el arquitecto de su propio destino, pero la sociedad, el país y la historia, medirá, reconocerá, aplaudirán y repudiarán a sus hombres y mujeres.

La República Dominicana, tiene que mirarse en el espejo de sus más cercanos países de la región, quienes una vez tuvieron una democracia tan fortalecida como la nuestra y que hoy son un estado fallido por el comportamiento de complicidad de sus mejores hombres.

Los pueblos que olvidan su historia tienden a repetirla, ya que la historia de los pueblos tiende a repetirse una vez como comedia y la otra vez como tragedia.

Si hacemos las cosas apegados a la moral y la ética, el pueblo lo reconocerá, pero si no lo hacemos, será ese mismo pueblo que te juzgará te castigará y te cobrará.

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