El otro pulpo

Saludamos las medidas que aplicaría Luis Abinader para frenar la corrupción del funcionariado, pero da la impresión de que en la urgencia, locuacidad y rigidez de sus discursos, es azuzado por la agenda de un poder político-económico superior.

La marcada vehemencia de su oratoria parecería rebasar la de un candidato que ganó unas elecciones presidenciales y congresuales. Más bien, parece un líder que emergió al poder tras un golpe de Estado o de una bien orquestada asonada, sin violencia alguna.

Pero al margen de estas consideraciones, como los mexicanos, muchos se preguntan: ¿qué se trae Luis Abinader? Esto, porque si establece toda una plataforma política para recuperar los dineros robados por un pulpo acaparador en actos de corrupción, esa embestida parece desligar a otro cefalópodo que no se queda atrás en cuanto a artimañas de saqueo al pueblo llano, y otras que lesionan lo institucional.

Y la siguiente pregunta es pertinente. ¿Qué haremos con otros depredadores; que desemplearon a miles de dominicanos con la venta de empresas del Estado, y dejaron en la inopia a una caterva de infelices que pasaron las de Caín? ¿Quién responde por esa y otras tropelías de corruptelas dañinas?.

La mar oceánica peledeísta no sólo fue conturbada por un único molusco devastador. Hubo otro que, con sus tentáculos y ventosas también abarcó hasta los estamentos judiciales y Altas Cortes al extremo de que, por sus maniobras políticas, quien no debió ser candidato presidencial se filtró en el pasado torneo electoral.

La justicia aplicada tardíamente no es justicia. Incluso, se puede difuminar y quedar en falsas promesas, como lo demuestran ciertas alianzas y, consecuentemente, aún con una proclamada independencia de la justicia, sería contradictorio condenar a un aliado.

En lo inmediato parecería que hay la directriz de no tocar ciertas figuras políticas, en una disposición que hasta cierto punto nos hace entender que en este asunto hay alguien que es algo más que un dirigente político dominicano. Podría ser un lacayo o agente al servicio de la precitada potencia.

Por: Fernando De León

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