El suicidio: vías de prevención

Por: José Miguel Gómez.

La vulnerabilidad ante el suicidio ha aumentado en el mundo. Desde los adolescentes, jóvenes y adultos mayores se han triplicado los intentos y el suicidio consumando. A cientos de personas se les hace difícil lograr los indicadores de satisfacción, bienestar y felicidad; a otros, se le ha imposibilitado fortalecer el autoconocimiento, la autoestima, la parte emocional y psicosocial para aprender a solucionar problemas, convirtiéndose en uno de los mayores desafíos para los seres humanos en cualquier país.

Las alternativas y los factores protectores de los que dispone una persona han presentado cambios en la dinámica de relación, en el apego y en el sentido de pertenencia ejemplo: la familia, el trabajo, los amigos, el altruismo y la solidaridad dentro de los grupos.

Las sociedades han dejado de tener una práctica gregaria-colectivista, para fomentar dinámicas más individualistas, egocentristas y desiguales que reproducen conductas y resultados más propicios para la soledad, el ausentismo social, la alexitimia, el narcisismo o las inversiones hacia el confort, la vanidad, el placer y la autogratificación inmediata.

Las necesidades humanas vitales, se han relativizado, las han devaluado, dejándolas en el simplismo y la banalidad de la vida. Hoy se valora lo tangible, lo que se ve y se toca como expresión de éxito y de logro. Sin embargo, lo intangible, lo que sustenta la vida misma: valores, dignidad, derechos, altruismo, educación, civismo, solidaridad, afecto, amor, etc. para la sociedad relativista y hedonista no representa valor alguno.

El suicidio es una enfermedad que tiene predictores genéticos, psicoemocionales, socioculturales y médicos, que influyen en las decisiones de las personas. Esa decisión sin retorno de quitarse la vida, es una decisión que se asume desde una idea obsesiva o recurrente de minusvalía, de desesperanza, de pesimismo, de un sentimiento o alteración del contenido del pensamiento que lo impulsa a perder el sentido de existir.

Detrás del suicidio existen enfermedades psiquiátricas que son determinantes o se convierten en indicadores de riesgo: depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, trastorno de personalidad límite, dependencia a drogas, enfermedades médicas crónicas y mal manejo de los estresores psicosociales y, que no son tratadas. Además, de las causas genéticas o heredo-familia de predisposición de riesgo de suicidio.

Cuando se establecen las vías de prevención hay que establecerlo desde políticas en salud mental, para favorecer diagnóstico temprano de las enfermedades psiquiátricas y, que reciban tratamiento de forma asertiva. Así como también, el acceso rápido a los centros de atención primaria en salud mental, para que los ciudadanos acudan y aprendan a saber dónde asistir cuando se presenten factores de riesgo.

Las campañas de prevención sostenidas: talleres, simposio, conferencias, psicoeducación en los medios de comunicación y la identificación temprana de los predictores de riesgos, son indispensable para la prevención del suicidio.

Sensibilizar y estimular a las familias, a personas con una condición de vulnerabilidad frente al suicidio, acompañarles sin juzgarlos a buscar la ayuda, se convierte en un factor protector. Aun así, cientos de personas por su condición de afección bio-psicosocial y del tipo de personalidad, representan mayor vulnerabilidad de riesgo al suicidio.

La vulnerabilidad al suicidio no discrimina clase social, tipo de ocupación, sexo, raza, grupos étnicos, edades etc. En el suicidio hay vías y predictores que juntos se convierten en mayor indicador de riesgo más directo en un tipo de persona que en otras; también depende de la patología, tipo de personalidad, y de factores de comorbilidades asociadas con otros trastornos.

Sin embargo, el suicidio no se debe juzgar, discriminar, ni asumir prejuicios, estigma, culpas ni actitudes emocionales negativas. Una vez que ocurre, hay que dejarse acompañar, superar el duelo, gerenciar emocionalmente la perdida y volver asumir el timón de nuestras vidas. Siempre recordando que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional, y no podemos quedarnos ni imposibilitarnos de continuar con el resto de la familia y con la propia vida individual.

Hoy sabemos que una campaña afectiva y eficiente sobre la prevención del suicidio ayuda a que cientos de personas logren vivir, y vivir con sentido de vida, con utilidad y transcendencia. El Estado y las políticas en prevención del suicidio deben acompañarse con programas comunitarios que eduquen y sensibilicen a la asistencia del modelo de la atención primaria en la salud mental para ayudar a cerrar las vías en la prevención del suicidio.

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