Máximo Gómez: Un banilejo con las botas bien puestas

Dicen que Máximo Gómez, a su arribo a La Habana al frente del Ejército Libertador, en el año 1898, se enfermó de sus manos de tanto que las estrechó para corresponder a las extraordinarias muestras de simpatías que le tributaron los habaneros. Varios días pasó el Generalísimo entre curas y descanso para recuperarse de tal dolencia.

Este relato viene al margen porque un año después, cuando la Asamblea del Cerro lo destituyó de su cargo de General en Jefe del Ejército Libertador, Gómez se dirigió a la nación cubana a través de un manifiesto de altura moral que se inscribe en los anales de la historia de América y con el cual reciprocó con creces aquel inolvidable gesto del pueblo que le amaba: “Extranjero como soy no he venido a servir a este país (…) como un soldado mercenario; y por eso, desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuso. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos.

Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán contar con un amigo”.

Las causas de su destitución se relacionaron porque Gómez rechazó la idea de la referida asamblea de aprobar un empréstito del Gobierno norteamericano, por temor al nacimiento de una República endeudada.

Sin embargo, los asambleístas allí reunidos pensaban otra cosa. Días después, la asamblea tuvo que ser disuelta por presiones populares, pero Gómez no volvió a su cargo. Este incidente tuvo otras implicaciones políticas porque, además, Gómez se negó a constituirse como candidato a la presidencia de Cuba en las elecciones de 1902, pero apoyó a su compañero de armas, Bartolomé Masó quien en definitiva perdió la contienda frente al candidato de los Estados Unidos, Tomás Estrada Palma. Sin embargo, Gómez aceptó la propuesta del Gobernador Leonard Wood de asistir al acto de proclamación del Presidente Electo y de ser él, la primera persona que izara una bandera cubana el Día de la Independencia, el 20 de mayo de 1902.

Máximo Gómez se fue a vivir a una villa en las afueras de la Habana donde murió en 1905. Pudo haber ganado con amplio margen la presidencia de Cuba. Pero a él era un guerrero, no un político. Y así se lo hizo saber a un periodista que lo convocó. A pesar de haber vivido 40 años en la Mayor de las Antillas, sentía que un Domicano no debía ser el presidente de Cuba.

Fuente: listindiario

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