… o de acoso escolar, en buen español. Pero esta vez el abusador no es el matón de la clase que arrincona y amarga la vida al compañero. Esta vez, el violento es el sindicato de profesores, la ADP, que ante el hecho consumado de una acción del Ministerio de Educación, se permite bravuconadas como decir que no va a haber paz en las escuelas o llamar pichón de dictador al ministro. Esas son amenazas de matón de clase…
La ADP debe entender que es inevitable que encuentre otra manera de lucha, otras vías de negociación. Poner en riesgo el curso sencillamente no es una opción.
Los maestros no solo enseñan la tabla de multiplicar. Enseñan, forman carácter. Y si exigen respeto y disciplina a sus alumnos, reconocimiento de su autoridad en el aula, lo menos que pueden ofrecerles es el ejemplo de cómo funciona eso.
Diálogo… ¿de sordos?, ¿bajo amenazas? Ser maestro exige una vocación y unas cualidades determinadas. No todo el mundo debe/puede serlo. Se trata pues, de que desde el Ministerio se busquen a las mejores personas para ejercer como profesores y como directores regionales. Si a la ADP no le gusta tiene que explicar muy claro por qué y cuáles son las ventajas para los alumnos, no para ellos, de mantener el modelo anterior.
Llas organizaciones sociales evolucionan… uno puede hacerlo con ellas o quedarse al margen. Los sindicatos médico y profesoral (no actúan como asociaciones profesionales, son sindicatos) se han esforzado por mantenerse congelados en el tiempo. Viven en los años 70 del siglo pasado, cuando esos métodos de protesta tenían su fuerza y sentido.
Hoy, y más en este sector, se impone otra estrategia.
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