¿Por qué no encaja hoy Hipólito Mejía?

Por: Rubén Moreta

El caudillismo reinante desde la génesis de nuestra independencia nacional se ha mantenido impertérrito contagiando el liderazgo dominicano generación por generación.

Los líderes políticos dominicanos no se jubilan. Se creen predestinados a mantenerse vigentes en la escena pública hasta su muerte. Es la muerte quien se encarga de eclipsar a nuestros caudillos. Pero es tal la influencia que generan estos especímenes políticos tan poderosos, que muchos de sus seguidores se resisten a creer que estos realmente mueren. Por ejemplo, en torno al ajusticiamiento Trujillo fueron inverosímiles los mitos creados, debido a la fascinación por el personaje. Durante meses, muchos dominicanos se resistieron a admitir que el tirano había perecido ametrallado el 30 de mayo de 1,961. Surgieron muchas leyendas urbanas en el sentido de que “a Trujillo los tiros no le hacían nada”. Otros especulaban que “el Jefe” se había ido a vivir para otro país”. Otros creían y divulgaban que “los norteamericanos lo habían secuestrado”. En fin, no querían aceptar que Trujillo había muerto.

Pero sucedió lo mismo cuando murió Joaquín Balaguer el 14 de julio de 2,002. Durante semanas, en zonas rurales apartadas, incluido San Juan, permaneció la incredulidad del deceso del heredero de Trujillo, porque creían que el nacido en Navarrete era inmortal.

Hoy Hipólito Mejía, con 77 años a cuesta, aspira nuevamente a la Presidencia de la República. Sus posibilidades son escasas, porque él no encaja en el gusto popular. Se le observa como un dinosaurio mesozoico, inconexo con la era de modernidad y adelantos tecnológicos que nos fascinan.

El PRD, consecuencia del mal gobierno de Hipólito Mejía, fue desalojado del poder en 2,004, y recibió cinco derrotas electorales sucesivas. Pero Mejía no quiso jubilarse y darle oportunidad a un relevo, y en aras de mantener protagonismo en el espectro nacional prefirió formar una “tienda aparte”, aventura a la que torpemente le acompañó Luis Abinader.

Si Abinader se hubiese quedado en el PRD pactando con Miguel Vargas, él fuera hoy el líder fulgurante y absoluto del PRD y quizás hasta el Presidente de la República, habida cuenta del desgaste natural del gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD) por el largo período gobernando y sume usted, los errores cometidos en la conducción del Estado.

Hipólito jugó un papel importante en la división del PRD junto a otros dos caudillos: Luis Abinader y Miguel Vargas Maldonado. El último, se resistió a entregar la jefatura del partido e Hipólito y Abinader se precipitaron a dividirlo formando el Partido Revolucionario Moderno (PRM) en 2,014, organización que tuvo, como se esperaba, un opaco desempeño electoral en las elecciones del 2,016.

Para comprender el desgaste y obsolescencia de Hipólito Mejía solo hay que analizar lo que le ocurrió en 2008: el PRD, encabezando las encuestas, fue derrotado contundentemente por Danilo Medina. Bastó una campaña televisiva, montada por los Vincho y la Fuerza Nacional Progresista (FNP) recordándole a los dominicanos la hiperinflación durante su gobierno, el infierno que vivían las amas de casas cuando iban al supermercado, la escasez de azúcar, las filas para conseguir gasolina, el alza del dólar, la crítica cerril a las trabajadoras domésticas por dizque robarse el mejor pedazo de carne en la casa donde trabajan (el filete) para dárselo el novio o marido, entre otros yerros.

Hipólito Mejía no encaja en estos tiempos. Frente al electorado nacional hoy es repelente.

El autor es Periodista.

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