Caminaba muy lentamente sobre el andén. Casi sin darse cuenta, se iba acercando a las vías. Su estado de ebriedad era evidente a la distancia.
Finalmente, terminó tropezando y cayó. Al escuchar el ruido del tren que se acercaba, sintió pánico. Pero no podía salir por su propios medios.
La estación Berala, en Sydney, estaba prácticamente vacía ese 7 de junio a las 13. Pero justo en ese momento ingresó al andén por las escaleras un hombre resuelto.
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